Poesía en movimiento


Augusto de Campos, Poema-bomba, 1987

La búsqueda de “poner en movimiento” los textos literarios responde a una tendencia que, desde épocas de las vanguardias, apunta tanto a cuestionar los bordes de la literatura como a liberar a las palabras de los férreos límites de las páginas gráficas.

Además de la tradicional hoja blanca, la literatura experimental ha trabajado siempre, en este sentido, sobre todo tipo de soportes (recordemos, a modo de ejemplo, la escritura del cielo (sky-writing) del poeta David Antin, los “paisajes vivientes” de Helen Lessick -quien presentaba sus textos afeitados sobre los flancos de las vacas-, las escrituras sobre el agua, sobre los muros o sobre el mismo cuerpo humano). También ha trabajado con toda clase de elementos (lápices, punzones, pinceles, aerosoles, stencils, etc.), así como diferentes tipos de máquinas. La máquina de escribir, por ejemplo, fue celebrada por las novedosas y potenciales utilizaciones del espacio de las páginas que ofrecía. La primera poesía visual realizada con máquina de escribir -una mariposa dentro de un marco ornamental realizado con letras tipeadas- se registra en el año 1898 y fue realizada por una secretaria. A partir de allí, se han utilizado toda suerte de máquinas, desde el mimeógrafo hasta la fotocopiadora, pasando por el grabador de audio. A esta tendencia responden también los poemas realizados en film o video y, en las últimas décadas, los construidos a partir de medios electrónicos y digitales.

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