Los ordenadores manipulan una serie de signos (repertorio) según una particular serie de reglas (gramática), determinada por las instrucciones contenidas en un determinado programa (algoritmo). Igualmente sucede con el lenguaje: un repertorio de letras, fonemas, morfemas, palabras, sintagmas, frases es combinado y recombinado de acuerdo con una serie de reglas (gramática) establecidas por un determinado programa (ideología). La similitud entre ambas instancias atrajo desde el comienzo a una serie de escritores, que vieron allí la posibilidad tanto de romper con los determinismos del lenguaje como de desubjetivar las producciones literarias. Si bien la literatura ya había experimentado largamente con procedimientos aleatorios, la aparición de los ordenadores permitió la incorporación de operaciones mucho más complejas que, por ejemplo, la mezcla de palabras en un sombrero.