En culturas no occidentales como la china, por ejemplo, los espacios visual y lingüístico permanecieron intrincados a lo largo de los siglos dado su propio sistema de escritura ideogramática. La poesía china fue tradicionalmente una poesía de lo visible donde un verdadero poeta debía ser, igualmente, un buen calígrafo. Las palabras eran concebidas para ser leídas en el espacio, un espacio que ameritaba una contemplación de la misma manera que lo ameritaba el espacio de la pintura. En la caligrafía china (llamada en ocasiones también caligrafía de pincel), el artista produce una variedad de formas y texturas mediante la concentración de tinta, el grosor de la línea, la capacidad de absorción del papel, la flexibilidad de los pinceles, la concentración o difuminación de sus trazos. La caligrafía china conserva, en este sentido, las dimensiones visual y espacial de la escritura. Si bien toda escritura, dada su materialidad, posee estas dimensiones, la historia de la escritura en Occidente parece ser la historia de su ocultamiento.