En la década del 60, Italo Calvino señalaba de qué manera le fue útil entender al lenguaje mismo como una máquina. De hecho, también consideraba a los escritores como máquinas de combinar palabras a partir de determinadas reglas. Tal era el caso de los escritores que aplicaban al pie de la letra las fórmulas narratológicas canonizadas o aquellos que componían poemas a partir de formas métricas determinadas.
Desde que existe la literatura, la misma ha implicado reglas de todo tipo, ortográficas, sintácticas, genéricas, retóricas, etc. Sin embargo, cuando Calvino y otros escritores ligados al Oulipo comenzaron a producir textos a partir de constricciones, el espíritu que los guiaba era muy distinto al tradicional concepto que había guiado la normativa literaria a lo largo de la historia de la literatura. Estos escritores se dedicaron no a seguir las reglas tradicionales preestablecidas sino a plantear las suyas propias, a partir de un cuestionamiento que ponía en crisis el concepto mismo de literatura.
El establecimiento arbitrario y artificial de constricciones nos lleva a cuestionarnos si toda regla tanto literaria como lingüística no será tan arbitraria y artificial como aquellas.