Hacia el año 300 aC, encontramos en Occidente un trabajo como el de Publius Optatianus Porfyrius, quien construye un texto poético a partir de palabras permutables. En el Carmen XXV (de su Publilii Optatiani Porfyrii Carmina), todas las palabras impresas en la primera y cuarta columnas del poema pueden permutarse entre sí. Igualmente pueden hacerlo las de la segunda y tercera columna. Las palabras impresas en la quinta columna, en cambio, permanecen fijas para asegurar que el poema continúe siendo un perfecto hexámetro. Las permutaciones de palabras ascienden aquí a más de un billón de posibilidades.
Pero si bien pueden rastrearse ejemplos aislados de literatura basada en combinatorias de azar ya en la Antigüedad y también en la Edad Media, será recién en el siglo XVII cuando estos juegos cobren gran auge, pasando a denominarse “poesía proteana” (proteana, por las metamorfosis de Proteo, claro).