Las obras de Lewis Carroll no pueden dejar de remitir al contexto de una sociedad victoriana que gustaba de inventar tanto juegos de salón como diferentes deportes – cricket, rugby, tenis, futbol, croquet. Carroll introduce en sus textos diferentes tipos de juegos: barajas, ajedreces, juegos de croquet, carreras, pero por sobre todo, juegos lingüísticos. En su libros Alicia en el país de las maravillas y Alicia a través del espejo, tematiza un mundo donde ya no puede reconocerse un paisaje regido por la perspectiva racional. Su mundo está dominado por el nonsense. Así, se vuelve incómodo, ajeno, pierde su familiaridad. En su libro La lógica del sentido, Gilles Deleuze se detiene en la figura de Carroll, señalando la manera en que este no solamente inventa juegos o altera las reglas de los juegos ya conocidos (como el tenis o el croquet) sino que apunta a la deconstrucción de las reglas sociales, para él completamente arbitrarias y reemplazables como cualquier otra regla de juego. En todo caso, las reglas lingüísticas son por él entendidas como un mero juego social más. Así, las cambia y altera continuamente, utilizando diferentes tipos de codificaciones, formalismos lingüísticos y lógicos, paradojas del sentido, sistemas incompatibles, de sistemas cerrados que agotan sus posibilidades, de juegos de palabras, dobles sentidos, ambigüedades que dan lugar a sentidos emergentes y lógicas del nonsense.
El texto de Alicia en el país de las maravillas está anclado en el tema del mazo de cartas, que dará lugar al juicio final que concluye con el despertar de Alicia. La malvada reina de corazones es quien manda en el país de las maravillas y quien, junto con el rey de corazones, preside el juicio. También están las otras cartas de corazones, los jardineros (que son espadas), los soldados (tréboles) y los cortesanos (diamantes).