Los poetas rusos Velemir Khlebnikov y Aleksei Kruchenykh consideraban a las palabras como objetos. Según su concepción, la materialidad fónica o visual del lenguaje poseía vida propia y no debía ninguna subordinación a un significado externo. Era precisamente a partir de esta materialidad que los poetas debían construir sus poemas: su trabajo debía asemejarse al de los pintores que trazan sus líneas y colores sobre un lienzo. Khlebnikov y Kruchenykh desarrollaron un nuevo idioma: el zaum, donde la gramática, la sintaxis y la lógica tradicionales eran dejadas de lado. Pensaban que la sola materialidad de los sonidos era capaz de producir sensaciones e ideas y, además, le arrogaban a cada sonido una correspondiente idea visual representada por un símbolo. Según ellos, estos símbolos o “jeroglíficos” debían establecer un nivel de comunicación fuera del plano del pensamiento consiente y del sentido común y permitir que las personas se relacionaran de una manera nueva, a nivel transmental y planetario. Sus ideas fueron plasmadas en el ensayo de Khlebnikov, A los artistas del mundo:un lenguaje escrito para el planeta Tierra: un sistema jeroglífico común para las personas de nuestro planeta.