La concepción del libro tal como lo conocemos hoy, con sus convenciones de formato y paratexto, corresponde a la edad moderna. Este libro es portable, mercantilizable y coleccionable. Sus tapas lo cierran al mundo, lo separan como entidad aislada. El orden lineal de los textos, por otra parte, determina una particular lectura. En la modernidad, los libros se plasmaban generalmente a partir de un modelo lineal de pensamiento. Pensadores como Marshall McLuhan han señalado la manera en que el orden lineal de lo impreso, atado a una sintaxis lógica causal (que nos brinda un principio, un desarrollo y un final o conclusión), ha determinado la forma causalista, finalista y determinista, mediante la cual Occidente construye el sentido del mundo desde el Renacimiento en adelante. Pero la historia del libro da cuenta también de otras clases de libros. Los libros cíclicos, por ejemplo. Podemos entender a libros religiosos como los Breviarios o a los Libros de Horas como libros cíclicos, destinados a leerse y releerse una y otra vez, a terminarse y volver a empezarse marcando una suerte de eterno retorno de los tiempos.